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16 agosto 2005

Gracias por el chocolate, Tim.

charlie_posterCreo que hay dos criterios para dilucidar si una película es una obra maestra. Uno es ver si la película es clave en la historia del cine, aporta novedades vitales que son seguidas por numerosos autores y resiste el paso del tiempo. Este criterio es el que siguen los críticos más puristas y es la causa de que en las listas de mejores películas de la historia de muchos de ellos no haya películas modernas. Bajo este criterio se encontrarían cintas como Ciudadano Kane, El Acorazado Potemkin o El Nacimiento de una Nación.

Existe otro criterio que sería ver si la película es capaz de extraer lo mejor del tema tratado y elevarse sobre él hasta conseguir una obra de arte maravillosa y perfecta. Es éste un criterio sin duda más romántico aunque quizás un poco menos objetivo y, bajo él, encontraríamos películas como Casablanca, Lo que el Viento se Llevó o Tiburón por poner unos ejemplos (quizás polémicos).

Como ya saben los que me conocen no soy para nada un purista así que me suelo referir indistintamente como obras maestras a las incluídas tanto en el primer criterio como en el segundo.

Digo todo esto porque lo que Tim Burton ha creado en Charlie y la Fábrica de Chocolate, contra todo pronóstico, es exactamente eso. Una película que adapta un clásico de la literatura (libro de culto en los USA) y consigue convertir el original literario de Roald Dahl en una obra cinematográfica personal e irrepetible. Una obra repleta de humor, ternura e incluso mensaje, que no marcará la historia del cine ni falta que le hace. Me resulta muy difícil decir qué es lo que más me gusta de una película de la que he disfrutado tanto, pero lo voy a intentar.

En una película como ésta, que precisa de la complicidad del público, es imprescidible que el espectador se crea el mundo que le es presentado ante sus ojos. Ahí radica la importancia de la dirección artística y tengo que decir que el diseño del pueblo y, sobre todo, de la fábrica son una gozada, una lección de buen gusto e imaginación. Algo raro tiene que pasar para que el oscar de este año a la dirección artística no vaya a parar a esta película (por cierto, el decorador Peter Young ya tiene dos oscars por Batman y Sleepy Hollow).

La banda sonora original es una de las cumbres de la obra de Danny Elfman. Sin duda uno de los más importantes compositores cinematográficos actuales y uno de los más reconocibles. Tan solo unos acordes nos bastan para estar seguros de estar escuchando una obra suya. Aquí brilla a una altura insuperable, especialmente en los números musicales compuestos e interpretados por él (en la versión original). Es toda una lección de humildad y profesionalidad ver cómo un compositor de su talla es capaz de ponerse al servicio de un director para contar una historia.

Una historia que se apoya en la interpretación de unos actores perfectos en su papel empezando por Deep Roy, que interpreta a todos los Oompa Loompa de la película, y acabando en un Johnny Depp que ejerce de maestro de ceremonias y ofrece un recital de lo que es actuar sobre el alambre y sin red. Un papel de esas características está al alcance tan solo de unos pocos elegidos. Pasarse de rosca es lo más fácil y quedarse cortos dejaría a la película coja pero Depp llena la pantalla con su carisma, nos asusta, nos enternece y nos hace reir con tan solo una mirada, un gesto o un movimiento de sus manos. Creo que no descubro nada nuevo si digo que con el tiempo Johnny Depp se ha convertido en un monstruo de la interpretación. Sin él sería impensable la existencia de este cuento cinematográfico.

Porque no nos olvidemos que de lo que aquí hablamos es eso: un cuento. Esa es la clave y el gran mérito de la película. Gracias a Tim Burton he vuelto a mi infancia durante dos horas y he reído, he cantado, he llorado y he sido feliz en una sala de cine como no lo era desde hace tiempo. Siento auténtica lástima por todos aquellos que han matado al niño que llevaban dentro y que serán incapaces de disfrutar de este cuento maravilloso que Tim Burton nos ha brindado. Burton ha hecho suya la historia y la adaptado a su universo particular sin traicionar al original. Solo un gran director en estado de gracia puede permitirse el lujo de introducir esos extraños números musicales que encantarán por igual a amantes y detractores del musical, homenajear de forma totalmente irreverente (e hilarante) a un maestro tan venerado como Kubrick, autoreferenciar películas suyas (Eduardo Manostijeras) con elegancia, mostrarnos con ternura unas relaciones familiares tan entrañables (la familia de Charlie) y tan enfermizas (la familia de Willy Wonka, ausente en el libro original) y, sobre todo, sumergirnos durante dos horas en un mundo mágico con un ritmo frenético que nos hace desear que el cuento no acabe nunca.

Por todo ello considero que Charlie y la Fábrica de Chocolate se merece recibir el primer pleno de este blog. Gracias Tim.

Valoración final: 10 sobre 10.